UN ENCUENTRO GLORIOSO
Deja que tu corazón vea la gloria y la grandeza de Jesús para que puedas ser sanado por Su gracia.
1 El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo.
2 Lo asistían poderosos serafines, cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies y con dos volaban.
3 Se decían unos a otros: «¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!».
5 Entonces dije: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales».
7 Con él tocó mis labios y dijo: «¿Ves? Este carbón te ha tocado los labios. Ahora tu culpa ha sido quitada, y tus pecados perdonados». — Isaías 59:16-17 (NTV)
Daniel E. Seo, Th. M., MABC | 8 de septiembre 2022
Todos sabemos cómo se siente ver algo glorioso. Cuando vemos el amanecer y cómo el sol pinta sobre la oscuridad con su luz, llenando las capas de la tierra con colores, nos deja sin aliento. Todos sabemos cómo se siente tomar esos primeros sorbos de agua después de un ejercicio fuerte y fatigante, dejándonos sin palabras. Todos sabemos cómo se siente ponerse los audífonos en un día frustrante o lleno de estrés, y experimentar cómo los sentimientos negativos son reemplazados con una melodía gloriosa, dejándonos completamente cambiados. Todos conocemos este tipo de encuentro glorioso, pero el problema más grande que existe en nuestros corazones es que muchos de nosotros no hemos experimentado la gloria de Dios hasta el punto que nos ha dejado sin aliento, palabras y completamente cambiados.
Cuando el profeta Isaías comunicó la Palabra de Dios a un pueblo que era "sordo y ciego" (Isaías 6:10), él registró su visión sobre la gloria de Dios, describiendo cómo esa visión lo dejó sin palabras al ver la distancia abismal que había entre Dios y su pecaminosidad. Cuando Isaías vio al Señor y cómo los ángeles radiantes y gloriosos declaraban que Dios poseía el epítome de la santidad (Isaías 6:1-3), él vio su condición interna. Vio su impureza, su imperfección, y su pecado ante la presencia de Dios. Al ver que Dios era tan santo y glorioso, dijo, «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador!» (Isaías 6:5). Inmediatamente vio la distancia abismal entre él y Dios. Isaías también vio su condición externa al decir que él tenía “labios impuros” (Isaías 6:5), los cuales representaban su identidad. Para un profeta, sus labios representaban su valor, fuerza, orgullo, seguridad y éxito. Pero cuando Isaías vio la gloria y la santidad de Dios, al instante, dijo que hasta sus mejores obras y habilidades eran las peores ante la gloria y la grandeza de Dios.
Esto nos muestra dos cosas. Ni nuestra condición interna de pensar que somos moralmente perfectos, ni nuestra condición externa que se encuentra en nuestras mejores obras puede salvarnos o hacer que nos acerquemos a la gloria de Dios. Esto es porque todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Por tanto, lo que realmente necesitamos es ver la gloria y la grandeza de Dios. Así, podremos ver la gracia de Dios. En esencia, ver la gloria y la grandeza de Dios nos deja ser sanados por la gracia de Dios.
En la visión de Isaías, él había visto a Jesús en su trono (Juan 12:41). Esto significa que Jesús, aunque tuvo toda la gloria y la adoración de los ángeles al estar sentado en su trono con toda la gloria, bajó a las profundidades oscuras de este mundo para perdonarte y sanarte. Por tanto, un ángel no caminará al altar para tocar tus labios con un carbón para perdonar tus pecados (Isaías 6:7). Sino que hoy, puedes confiar que Jesús mismo se acercará a ti para perdonarte. Esto es posible porque Él fue el cordero inocente de Dios quien voluntariamente caminó al fuego del altar, la cruz, para morir por todos tus pecados y para mostrarte que en Él hay plenitud y vida eterna. Deja que tu corazón vea la gloria y la grandeza de Jesús para que puedas ser sanado por Su gracia.
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