JESÚS, EL PASTOR GUERRERO
Jesús no es simplemente un Pastor bondadoso; es también el Guerrero que aplasta a Sus enemigos.
Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. — Salmos 23:4 (LBLA)
Samuel E. Seo, Th. M. | 08 de octubre 2020
Cada ciudad tiene un barrio que es especialmente conocido por ser peligroso. Imagínate caminar solo, por uno de esos barrios en la noche, donde hay una alta probabilidad de ser asaltado violentamente. Ese era el sentimiento del que hablaba David cuando describió el camino a través del valle de sombra de muerte. Estos valles consistían en rincones y callejones donde los bandidos y animales peligrosos se escondían para atacar a sus víctimas.
Ahora imagínate caminando el barrio peligroso por la noche bajo la protección de un comandante élite y experimentado, armado con su rifle favorito y todo el equipaje de protección necesario. No solo eso, imagina que todos los criminales del barrio saben quién es el comandante y no se atreven a acercarse a él. Ese era el sentimiento del cual hablaba David cuando afirmó a Dios como su Pastor que lo consolaba con su “vara y cayado”. David estaba describiendo a Dios no solo por lo que era capaz de hacer contra la hostilidad; David también estaba describiendo a Dios como el Pastor cuya presencia es mucho más intimidante y poderosa que la de los atacantes que esperaban en las sombras. David estaba describiendo a Dios no solo como el Pastor que es la fuente de paz y protección a través de Su bondad y gentileza, sino que también como el Pastor cuya presencia aplasta a Sus enemigos con un temor y miedo incomparables.
La intimidante presencia de Dios
Uno de los mejores ejemplos de la presencia gloriosamente intimidante de Jesús contra Sus enemigos se puede notar en la historia de Su encuentro con el hombre endemoniado en Marcos 5:1-20 (también Mateo 8:28-34; Lucas 8:26-39). La observación inmediata que podemos hacer es el hecho de que la Legión, el grupo de demonios que poseía al hombre, corrió hacia Jesús en lugar de huir de Él. Pero ¿por qué? El poder de Jesús fue tan intimidante para la Legión a tal punto que supo que Jesús había llegado. De modo que también eligió venir lo más rápido posible para pedir misericordia en lugar de huir de Él porque sabía que no tenía ninguna posibilidad de escapar de Su omnisciencia, huir de Su omnipresencia y resistirse a Su omnipotencia. Es como si hubiese pensado que era mejor rendirse y reducir Su ira, lo antes posible. El inimaginable temor que sentían los demonios se puede percibir cuando exclamaron a Jesús: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te lo ruego por Dios, por favor no me atormentes!” (Marcos 5:7).
Es fácil pensar que Jesús nuestro Pastor es sólo gentil, amable y cariñoso. Es fácil verle simplemente como un Cordero. Sin embargo, debemos recordar que Él es también el León de Judá, el Pastor que es capaz de aplastar a Sus enemigos que amenazan a Sus ovejas y se atraviesan en la voluntad de Su Padre. Jesús no es simplemente misericordioso; también ejecuta la justicia. No solo es bondadoso; también demuestra Su furia.
Dios del Antiguo y también del Nuevo Testamento
En nuestra época actual del Nuevo Testamento de la abundante gracia de Dios a través del Hijo Jesucristo, es fácil exagerar la amabilidad, la misericordia y la gracia de Dios. También, es fácil menospreciar la impresionante ira y justicia que fue tan abundantemente evidente en el Antiguo Testamento. Sin embargo, el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios del Nuevo Testamento. Él no ha cambiado (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8; Santiago 1:17). Tal entendimiento desequilibrado sobre Dios, el Pastor Guerrero, no solo conduce al peligro de tomar a Dios, Su tratamiento con el pecado y Su impresionante y justa ira a la ligera; también puede conducir al peligro de aprovecharse de la bondad de Dios que nos ha estado mostrando abundantemente hasta hoy.
Jesús no es simplemente un Pastor bondadoso; es también el Guerrero que aplasta a Sus enemigos solo con Su presencia y destruye la maldad a costa de Su propia vida. De hecho, eso es exactamente lo que tu Pastor Guerrero hizo por ti para sanarte de tus pecados, porque como dice David: “Tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte” (Salmos 130:4, NTV). Amén.
Copyright © 2020 por Samuel E. Seo.
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